24 mayo 2007

Otra crónica "usurpada" (considérese homenaje)


Traté de hacerme el tiempo para escribir algo sobre el "revuelo" que han causado las fotos de la Bolocco en Miami. Tengo un claro punto de vista al respecto, pero me permití seguir el "caso" unos días para tener más argumentos sobre la mesa a la hora de opinar. Leyendo, leyendo, me encontré con esta columna de opinión -escrita por Larry Moe en Las Últimas Noticias de hoy- y no pude evitar exponerla en mi Blog, ya que es, precisamente, lo que pienso; ni una palabra más ni una palabra menos.

Ojo, porque acá no estoy abordando el tema de la invasión de los medios en la vida privada de los personajes públicos (tema que, por lo demás, fue desarrollado ampliamente en mi Tesis de Pregrado en la PUCV). Eso da para un debate mucho más extenso, con mucha más altura de miras, con mucho más peso...

Rodrigo


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EPIDEMIA DE CARTUCHÓLOGOS


O yo estoy loco o nadie entiende nada de nada en el sabroso caso de las fotos de Cecilia Bolocco. ¡Si la tipa estaba en su casa!, que para más remate... ¡queda en una isla! A solas con el pinche de visita y los patos cayendo asados en Miami, ¿pretendían que ese domingo se quedara viendo HBO en el living? ¿Acaso no han leído nunca sobre el "calentamiento" global?

Una retógrada corriente de pechoñismo se ha tomado a parte importante de nuestra opinología, figuras consulares que se muestran sorprendentemente escandalizadas al constatar que una mujer sexualmente activa y que hace tres años que no tiene vida marital esté en la flor del deseo, como lo establece toda la loteratura científica disponible.

A todo esto, nadie ha reparado en la (involuntaria o no) nobleza del gesto de Menem de informar que hace rato están separados de hecho. Claro, todos dicen que lo hizo porque no quiso quedar como cornudo, pero su aclaración de pasadita dejó sentado que ella técnicamente no es una mala mujer. Los ciervos son criaturas muy tiernas.

Tal como yo, Julián Elfenbein ("Gente como tú"), Julio César Rodríguez ("Mucho gusto") y Fernanda Hansen ("Mira quién habla") se han desmarcado de quienes se golpean el pecho fingidamente consternados (obviamente agrupados en "S.Q.P.", que destapó el temita y quedó amarrado a una sospechosa posición en bloque que exige poco menos que la excomunicón de Chechi).

Ciertamente, la gente en la calle ha mostrado mucho más progresismo y madurez que este último tipo de cartuchólogos. Y eso se ve en las encuestas que ayer hicieron Avello y Kaminski, donde la gente reflejó su parecer con la frase "y qué tanto, si es la vida de ella", la que se repitió varias veces.

Esas imágenes muestran a la Cecilia Bolocco más feliz y radiante que he visto en años. En ellas no hay ningún delito mayor hasta donde entiendo. Eso me basta para no condenarla a la pestilente hoguera de la inquisición en que de pronto se ha convertido la tele. ¿La pillaron drogándose acaso?, ¿traficando armas? Es sólo pasión, manga de hipócritas.

22 mayo 2007

La Agrado y "Todo sobre mi madre"


"Por causas ajenas a su voluntad, dos de las actrices que diariamente triunfan sobre este escenario hoy no pueden estar aquí. ¡Pobrecillas!... Así que se suspendela función. A los que quieran, se les devolverá el dinero de la entrada, pero a los que no tengan nada mejor que hacer -y para una vez que venid al teatro- es una pena que os vayáis. Si os quedáis, yo prometo entreteneros contándoles la historia de mi vida. (Algunas personas se paran, especialmente unos ancianos). ¡Adiós, los siento!, eh. Si les aburro, hagan como que roncan.. ¡Así! (imita un ronquido exagerado). Yo me cojo enseguida y para nada hieren mi sensibilidad, de verdad.
Me llaman La Agrado, porque toda mi vida sólo he pretendido hacerle la vida agradable a los demás. Además de agradable, soy muy auténtica. ¡Miren qué cuerpo! Todo hecho a medida... Rasgado de ojos, ochenta mil. Nariz, doscientos mil...¡tirados a la basura!, porque un año después me la pusieron así de otro palizón. Ya sé que me da mucha personalidad, pero si llego a saberlo, ni me la toco.

(El público ríe).
Continúo... ¿Tetas? Dos... porque no soy ningún monstruo. Setenta mil cada una, pero éstas ya las tengo súper amortizadas. Silicon... ("¡¿dónde?!", pregunta un joven desde el público). Labios, frente, pómulos, cadera y culo. El litro cuesta unas cien mil, así que hechan la cuenta, porque yo ya la he perdido. Limadura de mandíbula, setenta mil. Depilación definitiva láser -porque la mujer también viene del mono, bueno, tanto o más que el hombre-, sesenta mil por sessión. Depende de lo barbuda que uno sea, lo normal es de dos a cuatro sesiones... Pero si eres folclórica necesitas más, claro.

(El público aplaude con estridencia).

Bueno, lo que les estaba diciendo es que cuesta mucho ser auténtica, señora. Y en estas cosas no hay que ser rácana... porque una es más auténtica cuanto más se parezcaa lo que se ha soñado de sí misma".

(Ovación).




Más allá de lo divertido que puede resultar el monólogo de La Agrado frente a una concurrencia heterogénea y curiosa, lo que me gusta es la composición general de la escena. Se trata de un soliloquio de una persona que reúne las características que en nuestra sociedad suelen ser apuntadas con el dedo: un travesti que se trata de rehabilitar del mundo de la psotitución y que se encandila con el mundo del brillo y el glamour (por más que ella no sea protagonista directa). Pero aquí está ella, renovada y sonriente, ofreciendo disculpas por una situación extrema de la cual no tiene arte ni parte. Sus palabras son coloquiales, hilarantes y atropelladas, pero tienen un trasfondo humano muy intenso. Y qué mejor muestra de eso que la última parte de su discurso: "Uno es más auténtico mientras más se parece a lo que ha soñado de sí mismo".

No podría decir que sólo la participación de La Agrado es lo que me atre de "Todo sobre mi madre", de Almodóvar. Es ella, claro, pero también un conjunto de factores que se van desnudando en la trama. Es la sutileza de las imágenes -incluso en aquéllas donde se muestra el mundo de la prostitución y el sexo exprés en las calles-, el color, la música, el dramatismo que imprime la historia central. Es el ´toque Almodóvar` que se manifiesta en pleno en una de sus más grandes obras.

El fin de semana pasado tuve la posibilidad de ver esta película por enésima vez. Y tal como me ocurre con todos los episodios de El Chavo del 8 (donde sé perfectamente qué va a pasar o qué va a decir alguno de los personajes), me siento hipnotizado durante los casi 100 minutos que dura "Todo sobre mi madre". Ahí estaba otra vez la bella, joven (y a esa altura poco conocida) Penélope Cruz -Rosa-, viviendo penurias por culpa de su corazón altruista, su no-familia y una calentura pasajera que la ha condenado perpetuamente. Menos mal que en su vida aparece Manuela (Cecilia Roth, de quien me enamoré cuando vi un filme argentino -que me encanta- que se llama "Cenizas del Paraíso") y le ayuda a crecer.

Y qué decir de la estética ambigua que siempre está presente en las producciones de El Deseo, con Almodóvar a la cabeza. Y no se trata sólo de una cuestión que desborde sexualidad (que, por cierto, se hace patente), sino que de algo que lo trasciende. Es esa constante dicotomía entre una y otra apariencia lo que hace interesante la película: el hombre y la mujer; la fama y el olvido; la familia y las drogas; el dolor y la esperanza... todo en oposición, aunque bien sabemos que nada de eso puede vivirse sin matices. Y ese eclecticismo, precisamente, es lo que se manifiesta en lo más evidente: la presencia de La Agrado y de Lola, dos personas que nacieron como hombres, pero que lucharon por ser mujeres... auténticas mujeres. Porque uno es más auténtico mientras más se parece a lo que soñó de sí mismo...
Rodrigo

El "lado B" del Combate naval de Iquique (léanlo: es interesante)


Lo encontré muy interesante y absolutamente contingente. Es como "el lado B" del manoseado Combate Naval de Iquique. No tengo nada contra las personas que lo celebran como un hito heróico en nuestra patria reciente, pero me cansa escuchar lo mismo año a año. ¿No es tiempo ya de reconocer a todos esos "otros héroes" que la historia, el desdén y el olvido se encargan de sepultar? Reproduzo entera la crónica de Pedro Lemebel, de La Nación Domingo recién pasada:
Rodrigo

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LOS AMANTES DE LA ESMERALDA

Casi borrado por el humear de la “Esmeralda” en el Combate Naval de Iquique, este suceso devela otras pasiones que navegaban a bordo del histórico buquecito. Si no fuera por el informe entregado por Gualterio Lekie, médico de la embarcación, nunca hubiéramos sabido que, seis años antes de la gesta del ’79, mientras la “Esmeralda” surcaba alta mar en las olas crespas del Pacífico, cuando la tripulación dormía a raja suelta en los vaivenes de la marea, el guardiamarina Carlos Eledna no podía conciliar el sueño. Y entre más trataba de relajarse, más fuerte era la calentura que lo revolcaba en el camarote pensando en el paje que había llegado esa semana. El bello José Mercedes Casanga, un jovenzuelo de nalgas apretadas por el pantalón blanco que usaban los aspirantes.

Desde que lo vio subir a bordo, esas ganas de tenerlo en sus brazos no lo dejaban vivir, ni siquiera podía concentrarse y lo olvidaba todo ante la presencia del paje, que le preguntaba mil veces lo mismo, poniéndole esas caritas de cordero cuando él pasaba revista a la tropa formada en cubierta. Al parecer, el paje se había dado cuenta del flechazo, y también le hacía ojitos, porque le gustaba sentirse empelotado por la mirada ardiente de Carlos, siguiéndolo, sapeándolo cuando se desnudaba para acostarse. Tal pasión inconclusa era la tortura de Carlos que, ahogándose de amor, salía a la cubierta desvelado para fumar un cigarro. Ya no le importaba el grumete anterior, con el cual había tenido un enlace secreto en viajes anteriores de la “Esmeralda” por el litoral central. Pero era tan celoso, parecía una mujer enrostrándole cada trasnoche de farra en los puertos donde paraba el barco. Este otro era diferente, parecía un huasito falto de cariño en su humildad de paje naval venido del campo.

Esa noche, el viento esparcía una llovizna salada en la popa cuando descubrió la figura del joven flotando en la bruma. El cielo era un jirón de sargazos que lo mantenían levitando, subiendo y bajando en ese coito estrellado de cielo y mar. Un ojazo de luna plateó sus cabellos cuando Carlos se acercó a sus espaldas, cuando el paje, sin dejar de mirar el horizonte y sin girar la cabeza, le preguntó: ¿Usted también sufre de insomnio?

Desde aquella noche en que pasó de todo entre el paje y el guardiamarina de la “Esmeralda”, el navío fue el aposento nupcial donde la pareja de hombres dio rienda suelta al “amor que no se nombra”. Cada noche, en cada amanecer, Carlos gateaba por la cubierta en busca de su pajecito, su José Mercedes, su cadete naval que lo esperaba donde mismo, en esa parte del barco donde no llegaba la guardia. Aquel rincón oscuro donde la bandera al viento era un telón protector. Ahí mismo el marinero lo bienvenía con su aliento de fiebre sumergida. Y eran tan felices anudados, empalándose uno sobre otro, que olvidaban la patria naval en los espolonazos de las cachas espumantes. Ni siquiera la luz del amanecer los despertó esa mañana cuando los encontraron semidesnudos, abrazados, al pie del pabellón que los arropaba con su sombra movediza.

Aquel violento despertar con el chapuzón de agua fría que les tiraron encima fue el inicio de una pesadilla para los amantes de la “Esmeralda”. Carlos sólo atinó a taparse las partes íntimas con su guerrera, y el pequeño paje se enroscó en su desnudez como un caracol avergonzado. Arriba, el círculo de oficiales los miraba con asco cuando se dio la orden de encarcelarlos separados para organizar el juicio. El tribunal estaría compuesto por el mando de la corbeta, formado por Luis Lynch, Arturo Prat, Carlos Moraga, Miguel Gaona, Enrique Gutiérrez y el médico Gualterio Lekie, encargado del peritaje en los órganos sexuales de los acusados. El hallazgo de semen fresco y pequeñas lesiones anales fueron pruebas suficientes para condenarlos por el “pecado nefando”, como se llamaba en esa época al amor entre hombres. La sentencia dictaminaba 10 años de cárcel para ambos, en un presidio de Valparaíso, además de 60 azotes a espalda descubierta en presencia de toda la tripulación.

La mañana era fría cuando Carlos y José Mercedes se volvieron a encontrar en cubierta para recibir el castigo. Los dos fueron amarrados al palo mayor y de un violento tirón les arrancaron las camisas. Apenas alcanzaron a mirarse cuando el chicotazo del látigo les rajó la espalda con su caricia quemante. La huasca del verdugo les abría la piel una y otra vez, uniéndolos en el mismo ardor, en el mismo prohibido amor que en ese altar flotante de la patria pagaba su delito. El joven paje sólo resistió 40 azotes antes de desmayarse. Después fueron encarcelados hasta que la “Esmeralda” llegó a Valparaíso, donde fueron conducidos al penal en el que cumplieron el resto de la pena.

Hasta ahí el informe escrito por la mano temblorosa del médico deja constancia del hecho. El resto, nadie lo sabe. Pudo ocurrir que después de los 10 años de condena, Carlos Eledna y José Mercedes Casanga se encontraran nuevamente libres frente al mar. Cuando ya no quedaban testigos de aquel juicio, porque Prat y toda la tripulación de la “Esmeralda” se habían inmolado seis años antes, en las aguas del Combate Naval de Iquique. Y ellos, la pareja de amantes humillados, se perdieron la oportunidad de inscribirse como héroes en las páginas de la patria, pero ganaron algunas borrosas líneas en la oculta bitácora de la historia homosexual.

* Esta crónica está inspirada en el resumen de sentencias de la Gaceta de los Tribunales, año 1873, sentencia Nº 2420, página 937. Juicio por sodomía contra el guardiamarina segundo Carlos Eledna y José Mercedes Casanga.

(Foto: Corbis)