23 marzo 2007

Un canto al amor


Lo dijo Milton Nascimento en su concierto de ayer: "Uno de los más bellos cantos al amor":


VOLVER A LOS 17 (VIOLETA PARRA)


Volver a los diecisiete, después de vivir un siglo,
es como descifrar signos sin ser sabio competente;
volver a ser de repente tan frágil como un segundo,
volver a sentir profundo como un niño frente a Dios:
eso es lo que siento yo en este instante fecundo.

Se va enrredando, enrredando, como en el muro la hiedra;
y va brotando, brotando, como el musguito en la piedra.
Como el musguito en la piedra, ay, sí, sí, sí...
Mi paso retrocedido, cuando el de ustedes avanza;
el arco de las alianzas ha penetrado en mi nido.
Con todo su colorido se ha paseado por mis venas
y hasta las duras cadenas con que nos ata el destino.
Es como un diamante fino que alumbra mi alma serena.

Se va enrredando, enrredando, como en el muro la hiedra;
y va brotando, brotando, como el musguito en la piedra.
Como el musguito en la piedra, ay, sí, sí, sí...

Lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber,
ni el más claro proceder, ni el más ancho pensamiento.
Todo lo cambia el momento, cual mago condescendiente
nos aleja dulcemente de rencores y violencia.
Sólo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes.

Se va enrredando, enrredando, como en el muro la hiedra;
y va brotando, brotando, como el musguito en la piedra.
Como el musguito en la piedra, ay, sí, sí, sí...

El amor es torbellino de pureza original.
Hasta el feroz animal susurra su dulce trino.
Detiene a los peregrinos, libera a los prisioneros;
el amor con sus esmeros al viejo lo vuelve niño;
y al malo sólo el cariño lo vuelve puro y sincero.

Se va enrredando, enrredando, como en el muro la hiedra;
y va brotando, brotando, como el musguito en la piedra.
Como el musguito en la piedra, ay, sí, sí, sí...

De par en par la ventana se abrió como por encanto.
Entró el amor con su manto, como una tibia mañana;
al son de su bella diana hizo brotar el jasmín;
volando cual serafín, al cielo le puso aretes;
y mis años en diecisiete los convirtió el querubín.

Se va enrredando, enrredando, como en el muro la hiedra;
y va brotando, brotando, como el musguito en la piedra.
Como el musguito en la piedra, ay, sí, sí, sí...

(Y yo siento todo lo que acá se describe: estoy enamorado).


Rodrigo


22 marzo 2007

La (in)cultura vial de los santiaguinos



El TranSantiago ha dado para muchas cosas y habladurías en la TV. Al principio, se veía como una promesa de la cual todos querían sacar provecho. Ahora todos se desdicen e intentan, por todos los medios, volver a la patética realidad de las micros amarillas y el CO2 en las calles. Un peligro inminente.

Hay que reconocerlo: independientemente del cagazo que está quedando con la falta de buses y el exceso de pasajeros (o ambos, que al final responden sólo a un círculo vicioso), la ciudad se ve diferente. Más tranquila, más bella. Sí, porque haber sacado las vetustas carrocerías chatarrientas de las principales avenidas ha impregnado de otros bríos a una capital tan importante como Santiago. Aunque sea una cuestión de forma -y no de fondo-, nos semejamos al ideal de país desarrollado, con un transporte público ordenado.

De todos modos, la realidad ha demostrado que "en la cancha se ven los gallos". Y, en este caso, hemos comprobado cómo el proyecto que se veía tan interesante en el papel, está colapsando. No hay micros, hay exceso de "consumidores", desinformación, pánico colectivo y, lo que es más grave, una falta imperdonable de sentido común y respeto por los demás. No me vengan con cosas: la responsabilidad de este "fracaso" no sólo es del Gobierno y/o de los operadores. Echarle la culpa al empedrado es siempre -siempre- la opción más tentadora y facilista.

¿Qué nos pasa? ¿Acaso no somos capaces de vivir civilizadamente? Es cierto: hay problemas, pero si nosotros mismos no hacemos algo por solucionarlos, no se llegará a ningún lado. Desde antes que comenzara a operar el TranSantiago, se veía la deficiente cultura vial de los pasajeros del Metro, principalmente. Y eso, aumentado en las proporciones desmesuradas que vemos hoy, ha provocado parte de la crisis. No queremos ser tratados como un rebaño de ovejas ni transportados como animales; pero si no enetndemos las reglas más básicas, ¿qué más se puede esperar?

La teoría darwiniana cobra cada vez más sentido, en un escenario donde todos compiten con todos... y donde ganan los más fuertes. Cada cual lucha por su espacio, por sobrevivir en este agitado mundo que se desarrolla en Santiago. Esa constante batalla tiene como perdedores a cientos de usuarios (a su vez, cada uno de ellos sigue luchando). Nadie se preocupa por el coelctivo. Es un individualismo impresionante en cada acción. Nadie deja espacio para los demás; nadie se preocupa por facilitar las cosas; nadie quiere ceder... nadie quiere nada.

Cada día, veo -impresionado- cómo se desarrollan las cosas en el inframundo -literalmente-. Golpes, empujones, inmovilidad corporal. De todo se puede esperar cuando se viaja en Metro. Es impresionante, también, ver cómo las personas se aglomeran en cada estación, con la esperanza de subir a un carro, mientras los otros -adentro- se juntan en las puertas y obstruyen el paso. Los pasillos van vacíos, pero a nadie le importa. Mientras nadie se interponga en el camino y cada uno pueda bajar a tiempo, todo bien. ¡Todo mal! (eso, sin considerar que se siguen sentando en los pasillos, nadie respeta las vías señaladas de tránsito, se realizan viajes con bultos (televisores y hasta refrigeradores me ha tocado ver)...

Todo lo anterior no significa que las condiciones actuales sean dignas. Para mí -un tipo joven y ágil... aún- es fácil caminar de una estación a otra o escabullirme entre los cuerpos para alcanzar un lugar (minúsculo lugar) en un vagón... Pero ¿qué pasa con aquellos que, por diferentes razones, no pueden hacerlo? Sinceramente, considero penoso el panorama que tienen los más ancianos, los enfermos y los niños. Si nosotros (insisto: que somos jóvenes y conscientes) no hacemos algo por ellos, la situación va a ir cada día de mal en peor. Y aquí, la presidenta Bachelet no tiene nada que ver...

ERGO...


Era bastante predecible, obedeciendo a la lógica deductiva:

Hay personas que disfrutan de los roces cuando hay aglomeraciones.
El TranSantiago trajo muchos más pasajeros al sistema, por lo tanto se producen aglomeraciones.
Conclusión: con el TranSantiago, hay más persona que disfrutan de los roces.

Así de simple. El froterismo se ha empezado a expandir como una de las parafilias más bulladas de los últimos días. Antes, nadie tenía idea siquiera de lo que significaba. Ahora, todos señalan expereicnias, tecnicismos y consejos que poco o nada tienen que ver con lo que realmente representa este comportamiento que, insisto, ha estado siempre presente.

Hace 3 años, escribí un artículo sobre esta situación*. Por lo mismo, no va al caso explicar de qué se trata. Ese tipo de inquietudes se puede resolver fácilmente en un diccionario de sexo o en Internet.
Lo que me preocupa (y me insta a escribir) esel ribete social que está causando esta alarma. Porque, día a día, vemos en los noticiarios las denuncias de mujeres, vemos programas especiales (incluso nosotros -para no ser menos- estamos preparando una edición especial que circulará dentro de un par de semanas)... Siendo así, la alrma pública pasa a convertirse en una suerte de sicosis colectiva.

Todas las mujeres se sienten vulnerables. Suben con miedo y exacerban su sensibilidad. Reaccionan ante cualquier roce, casual o intencional... Y mientras todo esto ocurre, se olvida la otra parte: los (las) victimarios. Porque cualquiera que ponga un pie en el Metro tiene la posibilidad de ser puesto en el banquillo, ya sea como acosador o como víctima.

Pero aclaremos una cosa: no estamos hablando de acosos o manoseos propiamente tales, sino que más bien de... roces. Ése es el concepto. Frotación, froterismo. Y hay que aprender a discriminar entre cada una de estas clasificaciones, porque de eso puede depender una acusación, un mal rato e, incluso, una condena.
Nuestra tarea es, entonces, no hacer de esto una situación que genere una sobrealarma. Es cierto: se debe denunciar, porque los límites de nuestro cuerpo o nuestro espacio deben ser respetados, en cualquier condición. Sin embargo, no nos prestemos -¡por favor!- para una caza de brujas, para hacer volar fantasías, para llamar la atención. Es mucho mejor respetar y respetarse. Ésa es la clave por estos días.

Ojo, los varones. Nosotros también podemos ser víctimas (no sólo victimarios o "pervertidos, enfermos...", como se señala sin ninguna responsabilidad). Frente a eso, no queda más que adecuarse a la personalidad de cada uno. El que quiere gritar y denunciar, que lo haga. Quien quiere seguir pensando que un acoso heterosexual representa un halago cuya negación es casi una señal de homosexualidad o cobardía, que se calle. El asunto es reconocer que éste no es un problema exclusivo de las mujeres. Si queremos terminar con los tintes machistas de nuestra cultura, hagamos algo nosotros también.

Aunque soy pesimista: el machismo está enquistado. Una simple cirugía ambulatoria no podrá terminar con él. Nunca.


20 marzo 2007

Este anillo me acompaña


Un regalo y un deleite:

"Ay, mi amor,
sin ti no entiendo el despertar.
Ay, mi amor,
sin ti mi cama es ancha..."



(Joan Manuel Serrat)

Querer ser... lo que no se es


"¿Por qué hay personas que se esmeran por demostrar lo que no son?", pensaba ayer mientras veía un programa de farándula. Lo veía solamente para criticarlo. Siempre me pasa que, a pesar de que estoy en absoluto descuerdo con ciertos productos televisivos, me inmolo... en un ejercicio crítico-periodístico-opinativo que me seduce mucho y me hace deglutir el penoso panorama; porque a fin de cuentas, sigue siendo un bodrio.


Veía a Marlen Olivari, la ex super.estrella-sueño.erótico-sexy.bombón que acompañaba a Kike Morandé en las calenturientas noches de programa. Ahí estaba ahora, sobriamente vestida -pantalones beis, blusa blanca sin siquiera insinuación de escote, zapatitos formales y un peinado muy natural-, hablando sobre temas "profundos"... Temas... profundos...


La ex show woman se defendía: "Voy a demostrar a todo el mundo que puedo ser un aporte", decía con mucha convicción. Entonces caí en cuenta de qué era lo que me molestaba de esta ex-bella mujer: su afán por querer demostrar que es una eminencia de las artes comunicactivas, una letrada chica que no sólo es (era) un cuerpo perfecto, una conspicua "reportera", una avalancha de ideas desbordantes.


¿Para qué empecinarse en eso, Marlen? Y la pongo a ella sólo como un ejemplo, porque la lista es demasiado larga. La TV está saturada de "rostros" que no quieren (o no pueden) asumir que están ahí sólo porque son hermosos... O simpáticos o lo que sea. Y no digo que eso sea malo necesariamente. Hay quienes bailan o cantan muy bien y se ganan un espacio. Hay gente que sale a la luz pública porque estuvo saliendo con un famosillo... O hay quienes, simplemente, hablan por hablar.


Ése es su "plus". Ésos son los temas que manejan, y por eso se destacan. Nada más. No entiendo por qué deben hacer esfuerzos sobrehumanos para DEMOSTRAR algo que no son. Eso las hace ver más tontas aún; más superfluas en sus pretensiones televisivas. Sería mejor que se dedicaran a mejorar lo que tienen, para ofrecer espectáculos dignos, no como los penosos pasajes que hemos visto en el último tiempo, donde se ventilan problemas matrimoniales, dudas sobre la sexualidad de alguien, etc.


Y ojo, que éste no es un ataque contra Marlen (insisto). Ella me cae bien y, personalmente, considero que es una mujer que ha devuelto un poco de esperanza a la chilena promedio. Sin ser demasiado alta, es guapa; sin ser demasiado delgada, tiene un cuerpo bien trabajado. Sin ser demasiado talentosa para el baile, se saca la ropa como una diosa. ¿Por qué no pararse frente a las cámaras y decir "quiero ser la mejor vedette de Chile, y para eso voy a trabajar arduamente?"


Ahora... si me pusiera a hablar de rostros como aquellos que salen en SQP (sólo por dar un ejemplo), estaría maldiciendo eternamente. Me da lástima esa combinación de famosillos locuaces y venenosos que sólo se dedican a vivir de las migajas que otro grupo de famosillos les proporcionan con sus escándalos de circo pobre. Ahí tenemos a Nelson Mauri, a Daniella, a Jasmín... Todos peleándose por parecer cada día sujetos más "informados", periodistas ("periodistas") más sagaces...


... cuando en realidad son son... son... un talento diferente. Para lo demás, etenemos a Guiller, a Paulsen, a Consuelo, a Mónica Pérez, a Taty Penna. Ellos no tienen que demostrar lo brillante que son a cada momento, ¿no?

19 marzo 2007


Cuando llegué a MachuPicchu me emocioné mucho. Fiel a un rasgo que me ha acompañado desde siempre, los ojos se me llenaron de lágrimas. Y si bien no lloré como suele ocurrir cuando hay dolor de por medio, estuve con la mirada humedecida -nublada por el vapor de las lágrimas contenidas- durante un par de minutos.
Me senté y sólo me dediqué a mirar el espectáculo verde. Tuve muchos pensamientos y muchas sensaciones. Eran los recuerdos de los momentos vividos días antes, las anécdotas, las peripecias para poder llegar. Era, también, el merecido premio-incentivo por haber subido (escalado) en medio de la selva durante 2 ó más horas... Era lo que siempre había anhelado, desde que era niño y veía a la ciudad en los atlas (esos de papel... Ahora, con Internet, nada es lo mismo...).


La ciudad perdida de los incas es mágica por muchas cosas: primero, por el valor histórico-cultural que representa. Hay que pensar que éste fue el único lugar donde los españoles no pudieron penetrar físicamente. De hecho, es muy probable que nunca hayan sabido que existía este reducto donde se refugiaban sacerdotes y reyes. En ese lugar, las tradiciones se mantuvieron alejadas del tinte europeo y pudieron sobrevivir 40 años después de la llegada de los colonizadores (perdón, "evangelizadores").


MachuPicchu en sí mismo es un prodigio de arquitectura bien conservada. De todas las ruinas que existen en las cercanías de Cusco, ésta es la ciudadela que se mantiene más dignamente en pie. Los muros, si bien no son tan trabajados, están aún enhiestos, por lo que las calles, habitaciones, templos, pasadizos, túneles, terrazas, escaleras y valles siguen teniendo una apariencia mística y sobrecogedora.


Por último, es alucinante descubrir que uno está en un lugar perdido (hasta 1911, literalmente) en medio de la selva; porque para llegar hay que viajar en tren bordeando el sinuoso Urubamba, hay que subir las montañas, hay que lidiar con la humedad, el frío, la pendiente de escalada, la altura... Y después de todo eso, cuando la naturaleza parece no haber encontrado más barreras para el ser humano, aparece todo...


Pensándolo bien, sí derramé un par de lágrimas. Tomaba aire como loco, respiraba lentamente, hinchando el pecho una y otra vez. Una sonrisa tras otra... Por fin estaba en MachuPicchu. Y no estaba solo...


¿Por qué será que a veces me emociono con cosas que, para otros, son simples visitas turísticas? Me he dado cuenta de que mi sensibilidad es selectiva. No siempre me hace llorar una canción de amor o un poema, pero sí lo sencillo, lo especial, lo mágico. No me avergüenzo de reconocer que soy un tipo llorón, sobre todo cuando estoy en presencia de una de las nuevas 7 maravillas del mundo.