08 agosto 2007

Ahogados en un mar de billetes

"(...) He aquí mi secreto, que no puede ser más simple :
Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos.
-Lo esencial es invisible para los ojos, repitió El Principito para acordarse.
-Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
-Es el tiempo que yo he perdido con ella..., repitió El Principito para recordarlo.
-Los hombres han olvidado esta verdad, dijo el zorro..., pero tú no debes olvidarla..."
(Antoine de Saint Exupèry, en El Principito)
Ayer iba en un móvil, a una entrevista. El auto se metió por unas calles cuyo tránsito era realmente infernal: taco, bocinas, humo, una desordenado mosaico de luces rojas por todos lados, cansancio y rabia en la cara de los conductores...

Como mi cita era en el ´barrio alto´ de Santiago tuve que emprender el rumbo entre grandes edificios de oficinas casi transparentes, entre parques amplios con gente haciendo jogging, entre monstruosas camionetas 4x4 conducidas por mujeres rubias que hablaban por celular... El cuadro me pareció casi una caricatura de ´lo que hacen los ricos´.

Pero eso es parte de la vida social y la diferencia que se ha generado producto de muchos factores (desigualdad en la distribución de los ingresos, falta de oportunidades, inamovilidad en los puestos gerenciales, etc.). He sido parte de todo eso desde que soy capaz de comprender la lógica en la que funciona el mundo que me rodea.

Avanzaba lentamente -muy lentamente- y tuve el tiempo para ver por varios minutos los carteles que anunciaban nuevas construcciones, "aún más lujosas": "Compre un departamento aquí y sepa lo que es vivir bien"; "Nueva etapa, más grande y con mejor vista...", etc. Mientras leía aquello, en la radio no paraban las tandas comerciales: "Pida un préstamo o un crédito de consumo, sin UF...", "Ahora estoy mejor, porque el banco No Sé Cuánto me prestó el dinero que necesitaba..."
Me recorrió una suerte de fastidio-lástima-decepción.inquietud en ese momento... Sentí que no puede ser que toda nuestra vida (y, más aún, el concepto de felicidad) esté inexorablemente ligado a la cantidad de plata con la que se cuenta. Todo gira en torno a la plata, a la "posibilidad de tener más lujo". La publicidad está atiborrada de personajes que nos instan a consumir, a pedir plata prestada; en definitiva, a-ser-felices.

Parelelamente, me imaginaba en una isla del Archipiélago de Chiloé o en alguna cabaña perdida en un bosque de alerces. Traté de imaginar cómo sería mi vida en esas condiciones. Me pregunté si podría ser feliz preocupándome sólo por la crecida de un lago aledaño, de la subida de la marea, de la compra de los víveres para el mes. Quise ponerme a prueba: ¿podría ser feliz alejado de este mundo que a veces -a veces- me fastidia tanto?


Mi cuadro onírico -por cierto- estaba marcado por la presencia incondicional de quien me acompaña en todas las aventuras de la vida. Esa persona con quien nos escogimos para forjar un presente y un futuro juntos. No sé si estoy preparado para ser un anacoreta disfrutando de las delicias del sur de Chile... pero quizás sí para aprender a concebir la felicidad de un modo más íntimo... de un modo en donde las cosas realmente importantes son las que alimentan el alma y no los bolsillos.

Quizás deberíamos hacer un esfuerzo por sacar a flote aquella máxima que tan bien nos enseñaba El Principito: "Lo esencial es invisible para los ojos". De pronto, no cuesta tanto darse cuenta de que, a pesar de que estamos sumidos en un mundo capitalista y de libre mercado, necesitamos un respiro dentro de la Gran Ciudad.

(Llegué una hora tarde a la entrevista, pero la experiencia me dio material e inspiración para mi actualización de hoy).

Rodrigo

(Fotos: LatinStock)