30 marzo 2007

"Vergüenza, cada día más vergüenza..."


Manifestar la opinión es un derecho que todos tenemos. Es una opción de vida el no quedarse callado frente a lo que -subjetiva u objetivamente- consideramos injusto. Apoyo las causas comunes, sobre todo cuando apuntan a reivindicar movimientos en pos de una mejora social. Por eso, muchas veces me alegro (y me sorprendo) cuando se junta un grupo de personas y hace saber su opinión mediante manifestaciones organizadas y claras en los objetivos.


¿Pero qué pasa cuando todo se transforma en una batalla campal, sin siquiere el mínimo respeto por el resto de las personas? Ahí la situación se torna muy -muy- difernte. Ya no estamos hablando de la voz del pueblo en busca de mejores oportunidades; estamos hablando de una manifestación cuya única bandera de lucha es la violencia en sí misma... Eso, precisamente, fue lo que ocurrió ayer en las calles de Santiago; y, afortunadamente, sólo fui testigo de eso por medio de la televisión y la prensa del día de hoy.


El día del Joven Combatiente pasó a la historia. Y nadie salió ganando. Perdieron los partidarios de los círculos políticos de izquierda, perdió el Gobierno, perdieron los privados, los de derecha. Todos. Ni siquiera se trata de una discusión ideológica que enfrente a opositores y simpatizantes del gobierno de Pinochet (en cuyo auge violentista se asesinó a los dos jóvenes que inspiraron la conmemoración de este día)... Ya no son las víctimas contra los victimarios (encarnados en los militares o Carabineros)... Ahora es todos contra todos.


No se puede justificar tanta violencia, tanta barbarie y tanta impunidad. Es impresentable que un país como el nuestro ocurran estos hechos (en general, no deberían ocurrir en ninguna parte). Me da vergüenza. Me avergüenzo de mis compatriotas, que no saben distinguir entre dar la opinión y ser unos verdaderos delincuentes antisociales. No entiendo cuál es el razonamiento de aquellas mentes enfermas que se dedican a lanzar piedras, a romper paraderos, destrozar señalética, atacar a personas... ¡Por favor! ¡Cómo tanto salvajismo en pleno Siglo XXI!


Lo peor de todo es que el motor ejecutor del vandalismo corresponde a un grupo de pendejos (y lo escribo, ahora sí, con una carga despectiva) insensatos e ignorantes. Porque no me van a decir que el Transantiago o la LOCE los ha conducido a esto... Es tal el estado de enajenación de estos imberbes inconscientes que ni siquiera ellos han tenido lucidez e inteligencia para saber por qué están realizando todo esto. Es simple violencia. Es el germen de la destrucción y la rebeldía que corre por sus delgadas venas. No hay que olvidar que ellos, en su mayoría menores de 20 años (¡escolares con uniforme!), son parte de otra Historia de Chile; una Hisotira mucho menos compleja que antaño; y, por lo mismo, reclaman por simple veleidad.


¡Pendejos de la puta madre! Y después reclaman porque los toman detenidos o porque los amonestan. ¿Pero qué quieren? ¿Quedar impunes por falta de discernimiento? (aunque no me extrañaría que, efectivamente, no lo tuvieran) ¿Ser tomados en cuenta, realmente? ¿Mejorar el país? Si eso es lo que pretenden, deberían replantearse todo. No es posible que el Estado y las familias paguen una cantidad de dinero por cada uno de ellos si, en vez de estar en clases -rememorando los hechos del pasado para no repetirlos nunca-, andan por las calles entonando consignas que ni siquiera son capaces de comprender?


Vergonzoso. ¡Ésa es la palabra!: v.e.r.g.o.n.z.o.s.o.


Estoy consciente de que no todos los manifestantes eran escoalres. Quizás también haya habido instigadores, partidistas, activistas, terroristas (y un montón de otros términos similares)... Pero por lo menos ellos luchan por una causa. No los justifico ni tampoco los actos delictuales; pero, por último, me parece mucho más consecuente. ¡Menos mal que no me tocó toparme con nadie! Ayer, mi viaje fue tranquilo. Como si nada pasara... Lamentablemente, no puedo como si nada pasara. Por eso necesitaba escribir y plasmar mi rabia. Mi vergüenza...


Rodrigo
Crédito de la foto: www.fotolog.com/lnylon

Ay, amor...


La más tierna historia de amor que he visto en el último tiempo: la cisene que se enamoró de un bote.

Me causó tanta ternura, que quise subirla y hacer un breve homenaje al amor animal...

Tanta lealtad, cariño y compañía incondicional me conmueve y sorprende gratamente.

29 marzo 2007

Eso que llaman amor... para vivir


En Chile, hoy se conmemora (iba a escribir "celebra") el día del "Joven Combatiente". Con más difusión mediática que nunca, se ha generado una suerte de sicosis por las posibles consecuencias devastadoras que podrían tener las protestas en la calle. Es de esperar que todo se trate, efectivamente, de una sobrerreacción y que no ocurran disturbios que dejen consecuencias lamentables.


La fecha, me parece, debe ser recordada como un momento que marca la tiranía del gobierno de Augusto Pinochet. El 29 de marzo de 1985, dos hermanos (Rafael y Eduardo Vergara, militantes del MIR) fueron brutalmente asesinados en una jornada de protesta. 22 años después, el recuerdo de aquella cobarde acción sigue presente en cada persona que vivió la represión del regimen militar (1973 - 1989)... sobre todo, en los padres de los muchachos, quienes han declarado a la prensa: "A nosotros nos gustaría que se respetara la vida de todos". Nobles deseos.


No quiero aprovechar la ocasión para hacer una declaración de principios ni mucho menos una (anti)apología a la dictadura de Pinichet (queda toda la historia para escribir y juzgar). En realidad, quiero resaltar una emoción que me surgió al ver la foto que hoy publico (crédito: Leandro Chávez, de La Nación). Sencillamente, me ha causado una ternura infinita; también, una mezcla de admiración por la ejemplificadora nobleza de los seres humanos; compasión, orgullo, tristeza: todo se mezca en una imagen cuyo grito se traspasa fuerte y claro a mi corazón: AMOR.


Es ésta una fotofragía que me llena de esperanza. Me hace pensar que es posible envejecer junto a alguien. No es un sueño irrealizable crecer y enfrentar adversidades junto a la persona que se ama, a quien se ha escogido de una vez y para toda la vida. ¡Qué ejemplo! Más allá del tremendo dolor por la pérdida de sus hijos (el que, como su amor, no se apagará), sobrevive en ellos la unión de sus vidas. Y eso, hagan lo que hagan; digan lo que digan, es más fuerte que los recelos y la sed de venganza.


Rodrigo.

28 marzo 2007

Tolerancia cero


Lo niego a brazo partido, pero es cierto: soy muy poco tolerante. ¡Una incongrencia de marca mayor!, si se considera mi historia (historial) de vida... Me molestan muchas cosas y no siempre soy capaz de entenderlas (o aceptarla). Pero bueno... nunca se ha establecido que alguien debe estar de acuerdo con todo. Por algo tenemos nuestros gustos, nuestras preferencias, nuestros particulares modos de sentir y vivir la vida...


Hay personas muy cercanas a mí -a quienes, por cierto, estimo, quiero y respeto mucho- que me lo han dicho directamente: "predicas, pero no practicas la tolerancia". Lo reconozco. Así es. Me cuesta abrir el entendimiento a experiencias como la bisexualidad, el fanatismo religioso, las diferencias políticas, el fútbol ("pasión de multitudes"), la mala música, las mujeres-objetos, los hombres-estúpidos (o, para generalizar, "a la GENTE estúpida")...etc. Ni siquiera soy tolerante con la ignorancia. Y eso que sé que es una opción válida para algunos. Mientras yo tenga claro que no es MI opción, no debería preocuparme.


En el último tiempo, cada día, me he dado cuenta de algo que me ha instado a hacer esta confesión de culpabilidad: me subo al Metro, procurando que haya algún espacio para poder leer el gran libro que me mantiene intrigado y expectante ("Todo un Hombre", de Tom Wolfe); cuando lo encuentro, me dispongo a adentrarme en las páginas llenas de historias cuando... a lo lejos -¡o demasiado cerca!- lo oigo: "¡tan, tanananán, tan, tanananán, tan, tananán...!". Esto es una invasión: el reggaeton ha permanecido aquí por demasiado tiempo.


No soporto el reggeaton como "música" para ir escuchando mientras se viaja. Podría aceptar que se baile en una discoteca o que se festine al ritmo de esos bailes en un porgrama tan banal (¿erótico?) como Mekano... En esas circunstancias sólo importa moverse al compás de la música, con vaivenes sensuales, exaltando cada curva de los cuerpos sinuosos. ¡Es pura algarabía! Pero de ahí a darse el tiempo a bajar ese tipo de -insisto- "música"... ¿No será mucho? "¿Quién puede pensar, si quiera, en ocupar un reproductor de Mp3 para guardar canciones con letras tan absurdas?", me pregunto.


Soy un melómano y, personalmente, considero que ESTO no es música. Así de simple. No puedo entender que penetre en tantas almas. ¿Será por el "contenido social" que reviste? Me inclino a pensar en ésta como la opción más válida. Porque de armonía musical, de compases, de poesía, de métrica no tiene mucho. Es todo el rato una agotadora repetición de pistas en base a sintetizadores. ¡Y listo! Entonces, ¿qué le ven? ("¿qué le oyen?", debería ser). ¡¿Qué?!

Todo eso pienso mientras trato de concentrame en la pluma de Wolfe. Esucho el ensordecedor sonido en los oídos de personas que -hay que decirlo- evidencian un nivel sociocultural-educacional bajo o medio. ¿Soy clasista, también, por pensar así? No lo sé. La verdad es que nunca he visto a alguien (perdón por lo que voy a decir) "no-flayte" esucuchando reggaeton en en los reproductores personales de música. Nunca. ¡Y para qué hablar de los autos con volumen al máximo! ¡O de las casas por cuyas ventanas vibran al ritmo de "Se te ve la raya, la partudira, la q divide la blancura de tus nalguras; dura, tú eres pura sangre, sangre pura..." ***


Ahora, yo me pregunto: ¿Ellos tendrán el mismo tipo de reflxión cuando mi Mp3 reproduce -a todo volumen- a Joss Stone, a Regina Bector, a Alanis Morissette o a Los Jaivas? Probablemente, sí. Sobre gustos (por más que yo trate de teorizar), no hay nada escrito.


Rodrigo


*** Letra sacada al azar de Internet.

27 marzo 2007

"El tigre y la nieve"




No soy un fiel seguidor de Benigni, pero he visto varias veces la película que lo hizo merecedor al Oscar por la mejor película extranjera ("La vida es bella"). Tampoco soy un cinéfilo empedernido ni mucho menos un eximio comentarista de espactáculos. Simplemente, me gusta ir al cine -si es en buena compañía, mucho mejor- y, despu´s, hacer comentarios... Eso es lo que haré en esta oportunidad.
El viernes en la noche fui a ver "Locura de amor" (cuya traducción elimina por completo el concepto abstracto del título original - "El tigre y la nieve"- y lo reduce a algo demasiado obvio), sin mayor antecedente que el nombre del director: Benigni.
Evidentemente, es una película de amor, aunque con ciertos componentes que abarcan desde el drama a la comedia. Muy "a lo Benigni". Esa característica que podría ser perfectamente halagable, me parece que entorpece la esencia de la película, porque no permite desligarla de "La vida es bella". Todo huele a fórmulas que en su momento fueron exitosas:
1) Histrionismo del protagonista: Es cierto. Benigni es un tipo que saca más de una risotada. Es un perfecto arlequín de los tiempos modernos. Personalmente, lo prefiero mil veces ante Jim Carry. Por lo menos, el italiano lo hace con sutileza, no sólo con expresiones divertidas o ridículas, sino que también con texto complemetario e inteligente.
Veo a un papá medio loco, que inveta historias; a un profesor que sobreactúa las clases. Veo a un enamorado que le habla a una persona inconsciente cual si la pudiera escuchar... Y no dejo de pensar en las escenas donde se apreciaba a un angustiado y condenado papá que trataba de evitar que su hijo se diera cuenta de la realidad. ¿Cómo olvidar la traducción que hizo cuando un soldado alemán dio las primeras instrucciones en Auschwitz? ("el que acumule más puntos ganará un tanque..."). La constante intención de Benigni por brindar al espectador una perspectiva diferente de lo que realmente ocurre me resulta cansadora. Porque, por lo demás, me cuesta pensar que en la vida haya gente que se comporte de ese modo, en esas circunstancias.
2) Contexto bélico: Ambos filmes se desarrollan en un escenario bélico. Ya sea en la Segunda Guerra Mundial o en la Guerra de Iraq (me gusta escribirlo con "q"), se extrapolan las historias mínimas, de humanos de carne y hueso que luchan por sobrevivir en un lugar (y en un tiempo) donde todo está devastado. Demasiadas similitudes, a mi gusto. Una historia de amor no necesariamente necesita contraponerse al resplandor de bombas que explotan sobre el cielo de la ciudad del Medio Oriente (o, en su defecto, de los focos que vigilan un campo de concentración en Austria o Alemania). Es cierto que les da un valor agregado y hace pensar "¡Vaya, pudieron sobrevivir frente a tanta adversidad... y al final triunfó el amor!"... pero, de algún modo, desvía la atención a otros temas sociales que no se resuelven con sólo con una película.
3) Formas: No sólo el fondo tiene parecidos, sino que también la estética. La forma. De partida, los protagonistas son los mismos que aparecen en "La vida es bella". Ella (Nicoleta Braschi) es la mujer que se escurre, que se arranca de las garras de un loco que hace lo que sea para estar juntos. Abundan los recursos humorísticos al borde del absurdo, como la insistente idea de Benigni de mostrarse en calzoncillos (contrayendo matrimonio en "Locura..." o simulando ser un director de escuela en "La vida..."). Si antes él andaba en bicicleta y chocaba a todo el mundo, ahora lo hace en auto... con una particular historia-característica que se mantiene hasta el final.
No obstante lo anterior, es una película que mantiene cierto ritmo (insisto, avivado por las luces sobre Bagdad). No es mala ni mucho menos aburrida. Aquellas personas que aman las historias de amor donde la adversidad es superada a costa de sacrificios realmente extremos, se darán un festín. Aquéllos que aman los simbolismos, los actos poéticos, las "coincidencias de la vida"... podrán apreciar una obra maestra...
Los que, como yo, siempre estamos más pendientes de la realidad-real, es sólo una bonita experiencia de fin de semana.


Rodrigo.


PD: A propósito de las fotos de hoy: ¡para ver que hasta los afiches se parecen! Personalmente, prefiero el que está escrito en letras extrañas. Tiene más que ver con la idea central de la palícula.