08 abril 2008

Los otros derechos humanos

Tenía que escribir sobre esto. Los estímulos externos e internos son demasiados como para auto excluirme de la discusión valórica más importante de lo que va del presente año.

En nuestro país se han alzado voces que piden una revisión a los derechos humanos. Se han erigido monumentos, se han elaborado documentos de miles de páginas pidiendo perdón. Se ha establecido la idea del “nunca más” (aludiendo a los atentados cometidos durante el periodo militar) y todos alzan sus copas pensando que en Chile no hay situaciones que nos avergüencen tanto como aquellas muertes y desparaciones. ¿Dónde queda el respeto por los otros derechos humanos?

No soy mujer ni tampoco pobre, pero -como chileno- me siento tan afectado y desilusionado como si lo fuera. Me siento pasado a llevar en mi capacidad (libertad, derecho) de elegir por mí mismo lo que considero óptimo para mi vida.

La decisión del Tribunal Constitucional sobre suspender la entrega gratuita de la “Píldora del día después” es, sin duda, el mayor atentado contra los derechos humanos del último tiempo. Según mi parecer, no sólo se transgrede el libre albedrío que tienen todas las mujeres para decir si la consumen o no. Tampoco se trata solamente de una discriminación abierta y vergonzosa contra aquéllas que no pueden pagar lo que la píldora vale en el comercio formal (e informal, claro está).

El asunto es otro: el hecho de que un grupo tan reducido de personas se reúna bajo la falsa apariencia de tribunal heterogéneo e imparcial y tome determinaciones que afectan a un número tan alto de personas. Ellos, sentados en sus sillas de cuero y mirando al resto del mundo hacia abajo con un dedo acusador, toman decisiones y, peor aún, imponen lo que -según su moral- es lo correcto y lo incorrecto para los millones de chilenos.

Hemos estado lo suficientemente oprimidos como para seguir aguantando la mano de la moral castigadora, representada en las posiciones políticas más conservadoras o en los santos dogmas de la Iglesia. No podemos seguir aceptando que la ignorancia y la el razonamiento obcecado siga atropellando nuestros derechos más básicos.

Siendo pragmáticos, resulta evidente que esta decisión no aportará a construir un país más equitativo y justo. Los sectores más pobres de la población se verán de manos atadas, castigadas por las imposiciones de aquéllos que pregonan una verdad absoluta. Las mujeres que se levantan a las 6 de la mañana porque tienen que hacer fila para obtener un número para que las atiendan en el consultorio del barrio; las jóvenes víctimas de abusos sexuales... todas ellas están desamparadas por una resolución tomada entre cuatro paredes.

No se trata de discutir lo evidente. Las pruebas científicas realizadas por profesionales, serios y experimentados, señalan fehacientemente que la concentración del compuesto Levonorgestrel (compuesto principal de la Píldora del día después) no es abortiva. Está comprobado que su accionar funciona en determinadas circunstancias (¿serán capaces de asimilarlas los integrantes del Tribunal o será demasiado obsceno hablar en un lenguaje donde la palabra vagina o útero se escucha constantemente?) y que, en ningún caso afecta la implantación embrionaria. Tal como su nomenclatura lo señala, se trata de un antconceptivo. Plop.

¿Adónde vamos a llegar? ¿Qué es lo próximo que se viene? El retiro de todos los anticonceptivos que tienen el polémico (acá debe ir un par de comillas) compuesto, de seguro, va a afectar el devenir de la planificación familiar y de la vida cotidiana de las mujeres. Es decir, no podrán decidir sobre el destino de sus vidas. No podrán tener la opción de elegir y se verán en la obligación de realizar actos aberrantes. ¿O acaso creen que el aborto va a disminuir, efectivamente? Si no existe la posibilidad de tomar el control de la fecundidad, ¿qué podemos esperar?: interrumpir el embarazo o llenar el país de hijos no deseados.

En un país que se vanagloria de poner atención sobre derechos femeninos (¿qué es todo aquello de la lucha contra el femicidio si no eso?), un fallo como éste significa una mancha indeleble en su historia. ¿Quién va a hacerse cargo de eso? ¿Quién va a hacerse cargo de las cifras en rojo de sangre? ¿Quién escuchará a las mujeres desesperadas? ¿Los honorables integrantes del Tribunal? No lo creo: ellos sólo escuchan su lúcida voz interna. Tan lúcida que es capaz, incluso, de decidir por mí... que nada tengo que ver con la píldora.
Por Rodrigo Zavala M.
(Foto: Latinstock).

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