22 marzo 2007

ERGO...


Era bastante predecible, obedeciendo a la lógica deductiva:

Hay personas que disfrutan de los roces cuando hay aglomeraciones.
El TranSantiago trajo muchos más pasajeros al sistema, por lo tanto se producen aglomeraciones.
Conclusión: con el TranSantiago, hay más persona que disfrutan de los roces.

Así de simple. El froterismo se ha empezado a expandir como una de las parafilias más bulladas de los últimos días. Antes, nadie tenía idea siquiera de lo que significaba. Ahora, todos señalan expereicnias, tecnicismos y consejos que poco o nada tienen que ver con lo que realmente representa este comportamiento que, insisto, ha estado siempre presente.

Hace 3 años, escribí un artículo sobre esta situación*. Por lo mismo, no va al caso explicar de qué se trata. Ese tipo de inquietudes se puede resolver fácilmente en un diccionario de sexo o en Internet.
Lo que me preocupa (y me insta a escribir) esel ribete social que está causando esta alarma. Porque, día a día, vemos en los noticiarios las denuncias de mujeres, vemos programas especiales (incluso nosotros -para no ser menos- estamos preparando una edición especial que circulará dentro de un par de semanas)... Siendo así, la alrma pública pasa a convertirse en una suerte de sicosis colectiva.

Todas las mujeres se sienten vulnerables. Suben con miedo y exacerban su sensibilidad. Reaccionan ante cualquier roce, casual o intencional... Y mientras todo esto ocurre, se olvida la otra parte: los (las) victimarios. Porque cualquiera que ponga un pie en el Metro tiene la posibilidad de ser puesto en el banquillo, ya sea como acosador o como víctima.

Pero aclaremos una cosa: no estamos hablando de acosos o manoseos propiamente tales, sino que más bien de... roces. Ése es el concepto. Frotación, froterismo. Y hay que aprender a discriminar entre cada una de estas clasificaciones, porque de eso puede depender una acusación, un mal rato e, incluso, una condena.
Nuestra tarea es, entonces, no hacer de esto una situación que genere una sobrealarma. Es cierto: se debe denunciar, porque los límites de nuestro cuerpo o nuestro espacio deben ser respetados, en cualquier condición. Sin embargo, no nos prestemos -¡por favor!- para una caza de brujas, para hacer volar fantasías, para llamar la atención. Es mucho mejor respetar y respetarse. Ésa es la clave por estos días.

Ojo, los varones. Nosotros también podemos ser víctimas (no sólo victimarios o "pervertidos, enfermos...", como se señala sin ninguna responsabilidad). Frente a eso, no queda más que adecuarse a la personalidad de cada uno. El que quiere gritar y denunciar, que lo haga. Quien quiere seguir pensando que un acoso heterosexual representa un halago cuya negación es casi una señal de homosexualidad o cobardía, que se calle. El asunto es reconocer que éste no es un problema exclusivo de las mujeres. Si queremos terminar con los tintes machistas de nuestra cultura, hagamos algo nosotros también.

Aunque soy pesimista: el machismo está enquistado. Una simple cirugía ambulatoria no podrá terminar con él. Nunca.


1 comentario:

Anónimo dijo...

El post más importante